alza la voz disimuladamente

Ser historiador del arte en Roma y desempeñar la labor de "cicerone" ante las visitas obliga a ver más de una iglesia.
Me ha sido imposible ver las más de ¿trescientas? ¿quinientas? iglesias que hay en Roma y, por mucho que lo intento (y llevo un par de ellas), aún no he encontrado ningún extintor ni luces de emergencia como las que tenemos en nuestra recién inventada iglesia de Santa María, ejemplo paradigmático de la restauración (especialmente como decálogo de lo que no se debe hacer).
Igualmente, para bien o para mal, he tenido la suerte de visitar las grandes basílicas de la Ciudad Eterna y, en mi quinta visita en este tiempo a la Basílica de San Pedro del Vaticano, ¡por fin he visto la luz! En San Pedro existen altavoces y cajas de fusibles pero, tan bien integrados, que no pueden compararse con la elegancia sin par del extintor, luces de emergencia y altavoces de aluminio de nuestra iglesia mayor y su claustra. Y para muestra, un par de fotos...
Creo que la próxima vez que vuelva a San Pedro me detendré a admirar la cúpula de Miguel Ángel, y no pensar en otras bobadas que, para ingenieros e interioristas, nos bastamos en Úbeda.