Tradicionalmente se piensa en el siglo XIX como una época nefasta para el urbanismo y la arquitectura de nuestra ciudad: la supresión parroquial, las desamortizaciones eclesiásticas y demolición de numerosos accesos y lienzos de la muralla así lo manifiestan. Sin embargo, con sus aspectos negativos, estos cambios forman parte del propio devenir histórico de la ciudad. No olvidemos que es durante esta centuria cuando también se producen los primeros intentos por alcanzar la modernidad vinculados al auge de una incipiente burguesía, floreciendo una muy interesante arquitectura de carácter comercial, lúdica y doméstica, y creándose nuevas zonas de paseo que modificarían sustancialmente la imagen de “la ciudad del rey” o de la “ciudad conventual” heredada de épocas pasadas.
A pesar de no ser valorada, existe una importante arquitectura doméstica decimonónica en nuestra ciudad que sorprende por su variedad estilística, siguiendo formas tradicionales, clasicistas, eclécticas, modernistas… Sin embargo, la escasa valoración de esta realidad patrimonial en detrimento de otras (propias del pasado medieval o renacentista), así como el auge y la especulación urbanística de las últimas décadas, han supuesto la desaparición de un gran número de estas construcciones.
Uno de las viviendas más conocidas (o al menos más reconocidas) sería el elegante Palacio de los Orozco, en la Plaza de San Pedro, inmortalizado por Antonio Muñoz Molina en su Beatus Ille, y que -tras muchos años de degradación- en la actualidad se encuentra en proceso de restauración.
A pesar de no ser tan conocido, mencionar un interesante ejemplo de vivienda ubicado en el nº 20 de la Corredera de San Fernando, muy cerca del antiguo Casino de Artesanos. Posiblemente construida hacia 1909, esta casa presenta un cuerpo bajo de piedra, y dos pisos de altura con fachada de yeso imitando un paramento; en cada uno de los cuerpos se localizan cuatro vanos enmarcados con molduras de yeso, decorados con jarrones y caras de angelotes en el cuerpo inferior, y ménsulas resaltadas en el piso superior, presentando como remate una cornisa decorada con ménsulas y otros motivos geométricos.
El paso inexorable del tiempo y la falta de cuidados había supuesto que el inmueble llegara a presentar un avanzado estado de ruina. Finalmente, tras muchos años de abandono, fue adquirido por una promotora para proceder a la construcción de viviendas en el inmueble.
Así, se procedió a la demolición total del interior y, para sorpresa de gran parte de la población ubetense, salió a la luz un torreón de la muralla de la ciudad.
Historiadores y arqueólogos sabían de la existencia de este torreón y colindante lienzo de muralla, pero éstos no eran visible fácilmente (tan sólo mirando desde la calle Ventanas se podía vislumbrar la parte superior del torreón, totalmente cubierta de vegetación). Su ocultamiento se habría producido durante el siglo XIX, momento en que los vecinos solicitan constantemente al Ayuntamiento la cesión de la muralla para construir sus viviendas adosadas a ella, siendo la zona de la Corredera de San Fernando una de las más codiciadas por su cercanía a la Plaza de Toledo, centro comercial por excelencia.
La demolición del interior y aparición del torreón supuso el origen de cierta polémica en algunos sectores de la población ubetense: algunos abogaban por la total liberación del torreón (tal y como había ocurrido con la cercana Torre Octogonal, sacada a la luz en los años 70 por Rafael Vañó), mientras que otros abogaban por la reconstrucción total del edificio en estilo contemporáneo; muy pocos apostaban por la defensa de la histórica fachada de yeso.
Sin embargo, la intervención efectuada en el inmueble ha sido una de las soluciones más acertadas y respetuosas que se ha llevado últimamente en la ciudad. Ésta ha consistido en reedificar la vivienda tal y como el promotor tenía planeado, creando además un espacio de respeto delante del torreón, evitando su aprisionamiento y permitiendo su visibilidad en un futuro.
La torre, hoy saneada y limpia de elementos vegetales, está realizada en sillar, destacando la presencia de un escudo heráldico con la representación de un castillo. Este escudo afirma la validez del Romance de Jorge Mercado (siglo XV), el cual afirmaba que cada una de las torres de la ciudad habría sido reconstruida por miembros de la nobleza ubetense, las órdenes militares y el obispado de Jaén; en este caso, todo parece indicar que ésta sería la torre patrocinada por la familia de los Castillos. Sin embargo, no todo puede ser perfecto: por desgracia no se ha procedido a la restauración y saneamiento de la muralla colindante, que en la actualidad presenta un estado deplorable, con vegetación y con numerosas piedras sueltas que, en un futuro no muy lejano, pueden dar lugar a desprendimientos y graves deterioros.
Uno de los aspectos más relevantes de la intervención ha sido la restauración de su fachada de yeso que, como he dicho, es una de las más interesantes que aún hoy perviven en Úbeda, y expresión manifiesta de la cultura decimonónica vinculada al auge de la burguesía. El trabajo particular ha sido llevado a cabo por el restaurador ubetense Manuel Martos Leiva y su equipo de trabajo que, con respeto y buen hacer profesional, han devuelto su antiguo esplendor a la fachada, marcando un antes y un después en este tipo de intervenciones.
Esperemos que en un día no muy lejano este tipo de actuaciones no sean una mera quimera, y nuestra ciudad recupere el esplendor de su patrimonio siempre respetando su pasado histórico, tal y como corresponde a una Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario