La caja de los truenos

Si bien no muy conocida, la Colonia de San Rafael es una de las tres urbanizaciones que se llevan a cabo en Úbeda en torno a los años 60, junto con la Barriada de San Pedro y la de San José, y supone uno de los grandes intentos de expansión urbana del siglo XX (alrededor de las cuales se produjo el gran desarrollo urbanístico de los últimos treinta años).
La Colonia de San Rafael, popularmente conocida como "los chalets de los médicos", esta compuesta por una serie de viviendas unifamiliares, con una pequeña zona verde delimitada con una calada verja de hormigón. Son casas cúbicas, de dos plantas, con ladrillo visto y mosaicos en tonos verdes para las zonas de la portada, con cimientos de piedra labrada y dejándose el resto estucado.
Desde la creación de esta barriada hasta la actualidad, son muchas las intervenciones efectuadas en los inmuebles pero, en mayor o menos medida, han mantenido la traza y el aspecto original de estas viviendas (lógicamente, su interior ha sido adaptado según la necesidad de sus dueños).



Y esto fue así hasta que, hace aproximadamente una década, una de las viviendas fue modificada por completo sin que nadie pusiera objeciones. Su prístina apariencia original fue recubierta totalmente de ladrillo, anexionando nuevos espacios, y perdiéndose para siempre la uniformidad de la barriada. Esto supuso abrir la caja de los truenos, pues a partir de aquí se creaba un precedente para modificar la apariencia de este lugar...
Sin embargo, prácticamente ninguna de las casas fue modificada, en parte porque mucha de la gente de este vecindario era gente mayor, que llevaba viviendo en este lugar prácticamente desde la construcción del barrio y no sentían la necesidad apremiante de gastar los ahorros de su vida en hacer grandes reformas, pues con mínimos arreglos se aseguraba el correcto mantenimiento de sus casas.



Sin embargo, los años pasan, y los vecinos originales van siendo sustituidos por nuevas familias. Y lógicamente, con ello se procede al inexorable cambio de las estructuras. Sin embargo, estas reformas no siempre son acertadas. Ya la mencionada vivienda forrada de ladrillo marrón supone un fuerte contraste con el resto de la zona, pero la última reforma que se está acometiendo en una de las viviendas supone igualmente un atentado para este barrio (forrándose con mármoles blancos y delimitándose con empalizadas de madera).



Progresivamente se pierde así la identidad de un barrio residencial, considerado como tal en el último PGOU de la ciudad.
Con todo, concluyo esta entrada hablando de qué es lo que verdaderamente se debe proteger o considerar patrimonial. No sólamente los grandes monumentos son ese patrimonio a conservar, sino que también habría que proteger estas pequeñas zonas residenciales, pues guardar la identidad de zonas residenciales supone preservar la identidad de nuestras ciudades.

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