La piel de la arquitectura

La pintura mural se emplea como definidora de la arquitectura donde se localiza, configurándose como un valor añadido a la lectura del edificio. La imitación de materiales nobles, la ornamentación floral, o la existencia de un programa religioso o alegórico dan una nueva visión al edificio, dotándolo de una carga simbólica que muy difícilmente podría tener sin ese acabado final; es por ello que la pintura mural haya sido considerada en ocasiones como ‘la piel de la arquitectura’, habiendo sufrido una extraordinaria revalorización en los últimos años.
Es una de las manifestaciones artísticas más antiguas del hombre, desarrollándose ya en las primeras civilizaciones históricas. Durante el Imperio Romano se define la técnica y surgen los primeros estilos decorativos, como lo atestiguan los bellos ejemplos conservados en Pompeya y Herculano.
En el Románico se emplea la pintura mural con un carácter didáctico y evangelizador, localizándose en el interior de los templos y monasterios. Será con el Gótico cuando la pintura mural pierda su importancia anterior, siendo reemplazada por el uso de la vidriera (que conllevaba un nuevo valor simbólico al permitir el acceso de la luz, símbolo de la divinidad).
Sin embargo, en el ámbito italiano, se mantuvo la tradición mural durante prácticamente toda la Baja Edad Media, alcanzando gran desarrollo durante el Renacimiento y el Barroco. Pintores como Giotto, Masaccio o Mantegna recuperarán la técnica romana del fresco, alcanzando su culmen con la obra de Miguel Ángel y Rafael. Alrededor de estos grandes maestros surgirá una pléyade de decoradores murales de gran renombre que contribuirán a difundir las nuevas técnicas y formas decorativas por el resto de Europa.
Antes de la llegada de las nuevas formas renacentistas a España, la pintura mural que se practicaba en el Santo Reino de Jaén continuaba los postulados medievales, sin duda por influencia de los modelos artísticos importados por los repobladores castellanos. Se trata de una pintura realizada en temple sobre cal, de gran rigidez compositiva y gama cromática fría, generalmente localizada en templos y conventos.
Son pocos los ejemplos que se han conservado por la propia fragilidad de la pintura y los cambios estéticos producidos a lo largo de la historia, que conllevó que muchas imágenes se ocultaran bajo capas de cal o sustituidas por una decoración posterior. Cabría mencionar las pinturas conservadas en la iglesia de Santa Cruz en Baeza, donde encontramos escenas de la Pasión de Cristo en su ábside, así como el martirio de Santa Catalina en la capilla contigua; el arco que comunica ambos espacios muestra a la Virgen con el Niño y a San Sebastián, pinturas realizadas con posterioridad -posiblemente a mediados del siglo XVI-.
Otras pinturas también reseñables se localizarían en la cabecera de la iglesia de San Bartolomé de Jaén -hoy ocultas-, con escenas alusivas al santo titular del templo, o algunos restos localizados en el claustro de la iglesia de la Magdalena de Jaén. Aparte de otros ejemplos existentes en diversos templos y conventos de la diócesis de Jaén, cabría citar algunas pinturas ligadas a la arquitectura civil. Así, por ejemplo, en el castillo de Jimena se conservan interesantes escenas marítimas y en algunas viviendas de Úbeda se han localizado escenas bucólicas con querubines jugueteando con animales en un jardín paradisíaco.




Será en el primer tercio del siglo XVI cuando se introduzcan las novedades artísticas de la mano de los pintores Julio de Aquiles y Alejandro Mayner, quienes vendrán llamados por don Francisco de los Cobos y Molina, secretario imperial de Carlos V, para decorar sus casas de Valladolid y Úbeda. Éstos eran discípulos de Giovanni de Udine quien -en colaboración con Giulio Romano, Primaticcio y Perin del Vaga entre otros-, había colaborado con Rafael en la decoración de las Loggias Vaticanas.
Aquiles y Mayner serán los principales introductores del motivo del grutesco en España, si bien apenas se han conservado muestras de su arte. Poco podemos hablar de la decoración del palacio de Cobos en Úbeda, al haber caído éste en la más absoluta ruina; sin embargo, en esta localidad se encuentran algunas de las labores que Julio de Aquiles realizó de manera independiente, como es la decoración de la capilla del Camarero Vago en la iglesia de San Pablo, parte del retablo de la Capilla del Deán Ortega en la iglesia de San Nicolás, así como restos conservados en la que pudo ser su vivienda particular.


Tras la muerte de Aquiles se produce un importante vacío en la pintura mural jiennense. Habrá que esperar hasta el último cuarto de la centuria para encontrar otra figura relevante en el ámbito de la pintura mural: Pedro de Raxis, artista vinculado a uno de los magnos proyectos del siglo XVI como es el Hospital de Santiago de Úbeda.
Su construcción deriva directamente de la influencia que por aquel tiempo tuvo la construcción del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, promovido por Felipe II. Muchos miembros de la nobleza española, en su deseo de imitar al Rey Prudente, promovieron magnos proyectos contando para ello con los artistas italianos que habían venido para trabajar al servicio del rey. Un conocido ejemplo de ello sería el palacio de don Álvaro de Bazán, en Viso del Marqués (Ciudad Real), en donde se desarrolla un completo programa decorativo realizado por Cesare Arbasia y Giovanni Battista Perolli.
Fundado por don Diego de los Cobos, Obispo de Jaén, el Hospital de Santiago fue construido entre 1562 y 1575 siguiendo las trazas del arquitecto Andrés de Vandelvira. Esta institución benéfica agrupaba, asimismo, una serie de estancias palaciegas para el obispo (lo que justificaría el esplendor inusitado que adquiere su escalera), así como un espacio religioso-funerario (patente en su bien dotada capilla, con sacristía y antesacristía).
Será Pedro de Raxis -en colaboración con Gabriel de Rosales- el encargado de realizar los ciclos pictóricos, atendiendo posiblemente a las trazas marcadas por el pintor escurialense Miguel Barroso. Estos dos pintores, además, serán encargados de policromar y estofar el gran retablo mayor, realizado hacia 1585 por Blas de Briño y Luís de Zayas.
Sorprende la profusión decorativa de la caja de la escalera del hospital, definida por Joaquín Montes como un gran “teatro histórico” donde se representa el tiempo histórico, el religioso y el filosófico. El primero se hace patente por la galería de los reyes de España, desde Alfonso VIII hasta Felipe II. Por su parte, el tiempo religioso se muestra mediante las santas mártires y diversos arzobispos toledanos que acompañan a la efigie del Obispo Cobos. Finalmente, el aspecto filosófico alude a la presencia de la Muerte, el Tiempo, el Diablo y el Libro de la Vida, representados de manera alegórica.
Por su parte, en las bóvedas de la iglesia funeraria se exponen sendos discursos que reflexionan acerca de la vida moral, del pecado y del templo como la morada de Dios, empleando para ello numerosas cartelas con textos provenientes de los Salmos. Asimismo, la pintura de su testero servía para complementar la iconografía del desaparecido retablo mayor.
Siguiendo los postulados del Concilio de Trento, la capilla cuenta con una sacristía y una antesacristía para alojar los distintos objetos de la liturgia. La antesacristía es una pequeña sala rectangular, cubierta con bóveda esquifada, en donde se localizan las monumentales figuras de los profetas Jonás, Jeremías, Eliseo y Daniel. Los paramentos de esta sala muestran atlantes y cariátides fingidos, que sirven para enmarcar diversos medallones con bustos de santos.
Finalmente, su sacristía es una gran sala rectangular con seis nichos para alojar las cajoneras, presidida con el escudo heráldico del Obispo Cobos. En la parte central se disponen los Padres de la Iglesia, representándose en los ángulos a los fundadores de diversas órdenes religiosas (San Antonio, San Benito, Santo Domingo y San Francisco), y ubicándose las Virtudes Teologales en los nichos. Encontramos ya algunos elementos que anuncian el cambio de sensibilidad del Barroco, como son el Ecce Homo y Cristo con la cruz a cuestas, así como un Niño de Pasión. En la bóveda se imitan casetones, decorados con grutescos y la representación de los dioses planetarios en la parte central, formando una cosmogonía.





El gran éxito del programa pictórico del Hospital de Santiago fue un aliciente para que Pedro de Raxis fuera contratado en la iglesia parroquial de Villacarrillo, construida años atrás por Andrés de Vandelvira en colaboración con su suegro Francisco de Luna. En sus bóvedas centrales se desarrolla un interesante programa iconográfico, en donde tienen cabida diversos personajes del Antiguo Testamento, combinados con escenas de la Pasión de Cristo y de la Virgen María. Encontramos aquí numerosos elementos que ya aparecían en la bóveda de la Capilla Sixtina, como son los ‘ignudi’ y las sibilas que profetizan la llegada de Cristo.
Igualmente, Raxis participaría en la ornamentación de la bóveda central de la Catedral de Baeza, así como en la iglesia abacial de Santa María de la Mota en Alcalá la Real (de la que no se han conservado restos), entre otros proyectos.

Ya en el siglo XVII, y dentro de la estética del Barroco, se multiplican los proyectos decorativos en la provincia de Jaén. Numerosos templos y palacios de la provincia se ornamentan con motivos religiosos, florales y geométricos, llevados a cabo por pintores locales en su gran mayoría (Blas de Ledesma, Antonio García Reinoso, Luis de Ureña, Juan Esteban de Medina…), sin obtener la grandiosidad y el esplendor de antaño.
De cualquier manera, la historia de la pintura mural jiennense aún está sin escribir, pues son muchas las pinturas que se descubren hoy en día con motivo de las numerosas restauraciones que se realizan en la actualidad (una de las últimas que podríamos citar son las bóvedas laterales de la iglesia parroquial de Villacarrillo). Sin duda, estos nuevos descubrimientos vendrán a incrementar nuestro rico y variado patrimonio que deberá ser puesto en valor para conocimiento y disfrute de todos.

5 comentarios:

Vicente Moya dijo...

Hola! soy Vicente, alumno de Turismo. He leído su articulo y me ha gustado mucho. Lo he descubierto buscando imágenes para completar los apuntes de la asignatura de Renacimiento. Felicito esta labor, ya que acerca información histórica de nuestro entorno, que en muchos casos la gente desconoce. UN SALUDO!

Ramón Moreno dijo...

Hola José María, me sumo a la felicitación de Vicente, su artículo me ha permitido docuemntar una raíz que desconocía de la pintura mural mexicana del siglo XVI.
Quiero aprovechar la ocasión para informarlo que en México pervive un tronco sólido y robusto de ese arte pictórico español que usted describe. En el siglo XVI se pintarón, sin exagerar lo digo, cientos de miles de metros cuadrados de pinturas murales al fresco y al temple y muchísimas de esas obras se conservan, quizá la mayor parte. Se encuentran estas obras en presbiterios, sotocoros, portales, claustros, salas capitulares etc.
Reciba un cordial saludo

Jose Manuel Almansa dijo...

Gracías Ramón por su comentario.
Sí, lo sé, tengo constancia. Comentarle que, aparte de la pintura mural en Jaén, también he tenido la oportunidad de estudiar algo de la pintura mural colonial de Sudamérica, concretamente del Nuevo Reino de Granada (actual Colombia).
De nuevo gracias por su comentario.
Saludos!

Anónimo dijo...

Enhorabuena y gracias por ayudar a poner en valor la pintura mural en España, que se nutre de la tradición clásica romana, y se reparte por todo el territorio desde entonces. Cada zona y época presenta sus particularidades, sus características, y debe ser abordada desde su especificidad histórica, técnica y su problemática de conservación.
El siguiente paso sería la sensibilización hacia los revestimientos históricos, tengan o no decoración, y aquellas superficies que no forman parte de los grandes ciclos pictóricos o decorativos, pero que también constituyen la "piel histórica" de los monumentos, conservan un valor intrínseco testimonial de una tecnología en el empleo de los materiales (en la actualidad perdida), el buen oficio que ha contribuido a su permanencia, además de conservar la nobleza de la patina original...
Muchos edificios son intervenidos eliminando sistemáticamente los revestimientos originales que carecen de decoración, para ser sustituidos por modernos enfoscados de dudosa permanencia.
Gracias de nuevo!
Teresa Valle / Conservación-Restauración de Pintura Mural

ANGEL PEÑUELA dijo...
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