La destrucción de nuestro patrimonio

Después de Italia, España es el país que más patrimonio histórico-artístico atesora de toda Europa. Anualmente se destruyen en nuestro país un gran número de edificios históricos y se expolian innumerables bienes artísticos. Y, lo más sorprendente, ¡aún nos queda patrimonio!
Dentro de nuestra reciente historia contemporánea siempre se citan los desmanes de la Guerra Civil para justificar la destrucción de nuestro patrimonio, si bien lo cierto es que ya muchos de los bienes se habían perdido durante la Invasión Napoleónica y las diferentes desamortizaciones eclesiásticas o intentos modernizadores del siglo XIX. A pesar de todas estas pérdidas, es en las últimas décadas cuando asistimos a un proceso destructivo de carácter más silencioso y discreto pero, no por ello, menos traumático.


Gran parte de esa destrucción, injustificable a todas luces, se ha llevado a cabo por la voraz especulación urbanística que -en parte- es una de las causas de nuestra actual situación de crisis económica. Así, muchos de los edificios religiosos clausurados durante el siglo XIX y que nos habían llegado en mejor o peor situación, con formas y funciones distintas (conventos de San Andrés, de la Victoria, de San Juan de Dios…) fueron demolidos impunemente y sustituidos por gigantescos bloques de pisos, distorsionando para siempre tradicionales rincones de nuestra ciudad.  La mayoría de estas destrucciones apenas sí fueron denunciadas, aceptándose como signo de modernidad; quizás la única denuncia que se hizo -y debido a la polémica actuación que supuso- fue la destrucción de la Ermita de Madre de Dios, llevada a cabo por parte del conocido como ‘cura dinamitero’.     
El urbanismo de nuestras ciudades es un ente vivo: se crean nuevos espacios públicos y vías urbanas, los edificios se reforman y modifican, nuevos edificios llegan para sustituir a otros viejos, etc. Por supuesto, no todos los edificios merecen ser denominados  ‘obras maestras’ y ser conservados, pero muchos sí merecen un respeto por ser representativos de un determinado tiempo histórico o de una corriente estilística que nunca más volverá. Ese es el caso de la Cárcel Modelo del Partido, uno de los escasos edificios neomudéjares que atesoraba Úbeda y que, irremediablemente, va a ser demolida ante nuestros ojos. Al menos esta vez no ha sido sin que los ubetenses intenten evitarlo, cosa que es digna de alabanza.
Construidos en las primeras décadas del siglo XX, son pocos los ejemplos de esta tendencia que existen en Úbeda, pudiéndose citar los llamados Grupos Escolares Nacionales (del Alcázar, de la Explanada y del Cristo del Gallo -éste último tristemente desaparecido)-, el Cuartel de Recría y Doma (Academia  de la Guardia Civil), o la casa neomudéjar localizada en el nº 1 de la calle Rastro (que en la actualidad alberga una farmacia y un banco en su nivel inferior). Curiosamente, al lado de este edificio y junto a las Carnicerías y la Torre del Reloj se levantaba otra inmensa construcción neomudéjar de esquina curva que hoy en día no existe, conservándose su recuerdo  gracias a algunas viejas postales.   
Quizás sea el ámbito de la arquitectura doméstica en donde más pérdidas tengamos (especialmente con construcciones cuya cronología oscila entre finales del siglo XIX y principios del XX, menos conocidas y aprecidas que las construcciones del Renacimiento y del Barroco). Casonas y palacetes históricos son hundidos bajo la piqueta y sustituidos por nuevos bloques de pisos, frecuentemente anodinos y escasos de gusto estético. Así sucedió con las conocidas Casa de la Teda y la Casa de los Saro. La primera de ellas, construcción renacentista situada en la calle Compañía, fue vendida y trasladada por piezas a Sevilla, pudiéndose encontrar actualmente en la calle Lope de Rueda 24 junto a los jardines del Alcázar.  En cuanto a la segunda de ellas, se trataba de un gran edificio historicista de finales del siglo XIX -similar al que hoy en día podemos encontrar al comienzo de la calle Real, donde está la sede de la radio-, que igualmente fue vendida y sustituida por un bloque de pisos; en la actualidad se desconoce su paradero, ya que tradicionalmente se pensaba que estaba en California, si bien los últimos rumores apuntan a que se encuentra en Venezuela.


En otros casos, nuestros edificios no han desaparecido completamente pero sí han sido brutalmente masacrados. Algunos incluso en la restauración que debía suponer su recuperación. Ejemplos muy conocidos serían los de la Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares y el Emparedamiento de Sancho Iñiguez o Cárcel del Obispo. De todos es conocida la brutal transformación que tuvo la Iglesia de Santa María tras 28 años de restauración, en la cual se cambió el interior barroco de la iglesia por un reinventado estilo mudéjar, con escasa sensibilidad estética a la hora de elegir los acabados de su fábrica. Por su parte, la Cárcel del Obispo (actuales Juzgados) sufrió la desaparición de su patio interior en la década de los ’70, para después mutilar su exterior con un ‘palomar’ de piedra como cierre lateral, y cierres de madera de diseño vanguardístico que sustituyeron sus históricas ventanas de forja.
En otros casos, y amparándose en la manida situación de la crisis económica, el proyecto de recuperación ha dado al traste con otros edificios, como sucedió con los Cuarteles de Santo Domingo y de Santa Clara -en su origen conocido como Palacio de los Condes de Gabia-. En ambos casos, se proyectó su intervención para acoger viviendas de protección oficial, respetando alguno de los elementos más interesantes como serían sus fachadas y su patio interior; sin embargo, tras varios años asistimos a la demolición y pérdida del interior de dichos edificios, hoy reducidos a una simple cáscara exterior, sin saber nada de su futuro y recuperación.


Son sólo algunos de los casos más conocidos en nuestra ciudad, pero son muchísimos los ejemplos de edificios desaparecidos en nuestra ciudad (un listado excesivo, por desgracia).
Aunque algunos no quieran verlo, el patrimonio genera riqueza. Ya Muñoz Molina en su entrevista realizada en la Iglesia de San Lorenzo apuntaba que anualmente se creaban 8 millones de puestos de trabajo a nivel europeo sólo en actividades vinculadas con el patrimonio.  

Murallas, iglesias, conventos, ermitas, teatros, casonas, edificios industriales… nuestro patrimonio se va deteriorando y perdiendo día a día, y es labor de todos procurar su conservación y salvaguarda para las generaciones futuras. Ese es nuestro compromiso. ¡No al derribo de la Cárcel!


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