El monumento al General Saro

Tras 7 años en el exilio obligado, el General Saro ha vuelto a su plaza. Se podría decir que el 30 de marzo de 2007 pasó a la historia como el día en que finalizaron las obras del parking de la Plaza de Andalucía. Sin embargo, aún quedan algunos pequeños detalles que esperemos que con el tiempo se vayan solucionando, como sustituir algunas de las farolas de diseño que aún permanecen, eliminar los maceteros y, si es posible, incrementar el arbolado.
Lo verdaderamente importante es que nuestra plaza ha recuperado, en parte, el aspecto que antaño tenía. De hecho, nuestros paisanos comentan al verla que de nuevo se sienten en su Ciudad. Los más mayores, al ver al General Saro, comentan irónicamente que el periodo en la cárcel no le ha venido mal: “se le ve un poco más delgado, pero con más brillo”. Nunca nos faltará la ironía en este país.
Sin embargo, muchos se han sorprendido con una parte del monumento que no recordaban, y que incluso pensaban que era nuevo: el basamento, labrado al igual que la escultura del general por el prestigioso Jacinto Higueras. Este escultor, oriundo de Santisteban del Puerto y formado en el taller de Mariano Benlliure, será autor de numerosos encargos para la Iglesia y las cofradías, retratos y de numerosos monumentos, entre los que podríamos destacar el Monumento a las Batallas en Jaén (1912), que le daría gran prestigio. A este le seguirían otros muchos, entre los cuales cabría citar el que estamos tratando, realizado hacia 1928.
El basamento, de forma troncopiramidal, desarrolla en sus dos caras un programa simbólico cuyos precedentes se pueden rastrear en otros monumentos del autor. Por un lado, realiza un homenaje al trabajo duro y esforzado del mundo rural; por otro lado, ensalza a los héroes que luchan por la defensa de su patria. Pero procedamos a un análisis más exhaustivo.
Los relieves de la cara posterior están presididos por la diosa Minerva, divinidad griega que simboliza las artes y la sabiduría, así como el concepto de la ciudad y sus integrantes. La diosa aparece representada de cuerpo entero, siguiendo su iconografía tradicional, vestida con túnica, coronada con un casco, y portando lanza y escudo. A los lados encontramos otras dos figuras mitológicas arrodilladas: Mercurio, el dios del comercio, identificado con su pétaso (sombrero con alas), y portando una bolsa llena de dinero. Como complemento a este dios mercantil encontramos a la Abundancia, mujer dispuesta en posición similar, portando la cornucopia o cuerno de la abundancia.
A este núcleo divino se unen otros personajes que muestran el ambiente rural propio en el que se crió el escultor, y a la vez alegato de clases humildes y trabajadoras, en su lucha diaria y constante. Así, junto a Mercurio hallamos dos hombres cargando sacos, así como una mujer portando una cesta sobre sus hombros, y un tercer hombre arrastrando una carretilla. Por el otro lado, junto a la Abundancia, se dispone un hombre y dos mujeres vareando aceituna, cerrándose el conjunto con una pareja de campesinos que recogen los frutos en un canasto.
Sin duda, un bello homenaje al mundo agrícola, base de la economía y la prosperidad de las ciudades, especialmente indicado en el momento y lugar para el que se labraron estos relieves, como era la Úbeda de comienzos del siglo XX.


Los relieves de la cara frontal recuerdan a otros monumentos labrados por el escultor como el de las Batallas en Jaén, por el concepto de la defensa y del honor de la patria. Precisamente este carácter bélico puede ser el causante de la mala fama del monumento, y que tanta polémica ha generado. Sin embargo, se justifica por el propio rango militar del homenajeado.
Está presidido por un ángel de la Victoria, una figura femenina alada con las vestiduras en movimiento ceñidas al cuerpo, y sus alas protegiendo a los soldados. El grupo de la derecha muestra a unos milicianos portando bombas en sus manos, con gesto airado, mientras que otros llevan fusiles y pistolas. Uno de los hombres porta el cuerpo abatido de un compañero, apreciándose otros dos muertos en el campo de batalla en la zona inferior del monumento. A la izquierda, el otro grupo aparece arrastrando un gran cañón, alrededor del cual se arremolinan los distintos personajes.


Como he comentado, una vez desmontado el monumento, este fue tratado sin ningún cuidado, de ahí el mal estado en que se encontraba. Algunos rostros de la parte trasera aparecen mutilados, y de hecho se llegó incluso a perder la cabeza del ángel alado (que posiblemente hoy se encuentre decorando el despacho de alguien que, en su egoísmo, la tomó como recuerdo en vez de devolverla a sus legítimos dueños, es decir, nosotros los ubetenses). Gracias al buen trabajo del restaurador local Alfonso Cobo, el conjunto ha recuperado su aspecto original. La escultura del General Saro también ha sido limpiada, y en este caso no se han sellado los característicos agujeros de bala que luce desde que fue tiroteada durante la Guerra Civil.
Como conclusión, hacer una breve reflexión sobre el simbolismo de este monumento. Ante todo, lo primero que debemos hacer es conocer nuestra historia. Es lamentable como la gente opina sin saber de qué habla. Don Leopoldo Saro no fue ese dictador franquista que algunos creen, especialmente por el hecho que fue asesinado en Madrid el 19 de agosto de 1936, pocos días después de iniciada la Guerra Civil.
Partícipe en la guerra de Cuba y de Melilla, don Leopoldo Saro Marín vivió en Úbeda durante la Dictadura de Primo de Rivera. Fue declarado Hijo Adoptivo de la Ciudad en 1910, y bajo su mandato se construyeron en Úbeda los grupos escolares de La Explanada, el Alcázar y el Cristo del Gallo, se abrió la Biblioteca Municipal, se impulsaron las obras del ferrocarril Baeza-Utiel (que finalmente no se realizarían) y la Comunidad de Regantes del Canal de Jandulilla, se construyó el Teatro Ideal Cinema, se abrió el Parador de Turismo, se creó la Escuela de Artes y Oficios, se reconstruyó la Casa de las Torres... Como muestra de agradecimiento, los ubetenses costearon el monumento por suscripción popular, e incluso instalaron su retrato en el Salón de Plenos del Ayuntamiento, y todo antes de la II República y de la Guerra Civil.
De nuevo los ubetenses han demostrado su agradecimiento por ese hombre que, con sus virtudes y sus defectos, buscó lo mejor para Úbeda y fue uno de los primeros que apostó por ella en una época oscura de nuestra historia. Al devolver el monumento a su lugar se ha hecho justicia con este hombre que tanto hizo. Sin embargo, no es el único personaje ilustre que permanece olvidado, pues son muchos los que también amaron y lucharon por Úbeda, y merecerían su homenaje. Es de justicia.





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