IGLESIAS CERRADAS

Con la resaca de la Semana Santa nos viene a la mente la misma pregunta: ¿Qué pasa con Santa María? Como si fuera una maldición bíblica, otro año más nuestra iglesia mayor sigue cerrada por obras. Y lo que es peor, en este caso no se puede hablar que haya habido obras.
El año pasado, por estas fechas, una delegación formada por los altos mandatarios de la Junta de Andalucía y del Obispado de Jaén se regocijaban y se hacían la foto de rigor anunciando a bombo y platillo el comienzo inminente de la quinta y última fase de la restauración de Santa María. Con ella se procedería a restaurar algunas de las capillas, poner el solado de mármol al templo, limpiar las fachadas... Estas obras, que durarían unos 18 meses, supondrían que el templo abriría sus puertas a mediados del 2008. Ya muchos se mostraban escépticos a esta fecha, y por desgracia acertaron en sus pronósticos.
Nada se ha hecho en el templo. La última noticia que tenemos -hace un par de semanas-, fue la solicitud de obras realizada por parte de la Junta de Andalucía a la Concejalía de Urbanismo para limpiar su fachada. Curiosamente se hace en fase preelectoral, como la famosa intervención de la ministra doña Carmen Calvo en nuestra ciudad, cuando “se fue por los cerros” para hablarnos de la ampliación del Museo Arqueológico (que parece que, igualmente, tampoco se materializa) en vez de abordar el tema de Santa María.


La lluvia de Semana Santa permitió a muchos ubetenses poder entrar de nuevo en la iglesia mayor de la ciudad. Muchos admiraron el templo al que nunca habían entrado (muchos ubetenses de mi generación), otros vieron un nuevo templo que poco se parecían al de sus recuerdos (los ubetenses de treinta años para arriba). A todos estos se les sumaba un ingente número de turistas que tuvieron la suerte de poder visitar la iglesia, y que se extrañaban del excesivo desarrollo de las obras.
Ya dice el refrán que “sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena”. Por desgracia, ocurre lo mismo con Santa María. Parece que sólo nos acordamos de ella en Semana Santa, pues durante el resto del año se hace poco o más bien nada para mostrar la indignación del pueblo ante este caso. Ni una mísera recolección de firmas para mostrar nuestra opinión, o algún otro acto simbólico. Ya es hora de que la sociedad ubetense se mueva a favor de la apertura del templo. Aquí tienen cabida TODOS los ubetenses, ya sean creyentes, agnósticos o ateos. La iglesia de Santa María es un monumento, pero es algo más: es un elemento clave de nuestra identidad ciudadana, tanto o más que la Capilla del Salvador o el Hospital de Santiago, que al fin y al cabo surgieron como fundaciones privadas.
Junto con la apertura de Santa María se debe reclamar la restauración y apertura de otros templos cerrados desde una centuria: Santo Domingo y San Lorenzo. No es nuevo decir que estas antiguas parroquias, una vez rehabilitadas, aumentarían el potencial turístico de la ciudad al incorporar el viejo proyecto del Museo de Semana Santa y un espacio cultural para exposiciones y conciertos. Con el cambio en el Obispado de Jaén parecía que por fin se veía cerca el tan anhelado proyecto, aunque no había ningún aporte económico para su rehabilitación y mantenimiento. Ya es un paso. Una vez que parece que la cesión es definitiva, sería buen momento para comenzar a buscar subvenciones externas y no confiar en que la ayuda baje del cielo. Ya lo dice el refrán: “el mejor trabajo es el que se hace uno mismo”.


No quisiera dejar de mencionar al último templo cerrado a cal y canto desde hace ya dos años: la iglesia de la Santísima Trinidad. Como sabemos, a mediados del siglo XIX fueron suprimidas la mitad de las parroquias de la ciudad como consecuencia de la falta de feligresía. Tras varios cambios, finalmente quedaron las parroquias de Santa María, San Pablo, San Isidoro y San Nicolás. Muchos de los conventos fueron suprimidos, y sus edificios sufrieron diversa suerte. El convento de la Santísima Trinidad acogió diversas funciones (cuartel, correos, colegio…), mientras que su templo sirvió como ayuda para la parroquia de San Nicolás, tal y como se continúa en la actualidad.
Hace un par de años se anunció que se cerraba el templo para restaurarlo, quitar la cal y mejorar la iluminación. Esta noticia se tomó inicialmente con alegría. De la noche a la mañana se obligó a desalojar el templo, y las distintas cofradías que veneran allí a sus titulares se vieron obligadas a trasladar sus imágenes. Ha pasado el tiempo y nada se ha hecho en el templo, y parece que la cosa va para largo. Esperemos que no ocurra como en Santa María y dentro de veinte años no tengamos que hablar de la próxima apertura de la iglesia de la Trinidad, un nuevo templo con techos de madera, suelos cerámicos o cualquier otro atentado a nuestro patrimonio.
Esta breve diserción sobre los templos de la ciudad nos debe hacer reflexionar varios aspectos. Se nos llena la boca hablando de Úbeda, Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Pero, ¿qué es lo que reflejamos verdaderamente? Somos bastante impasibles para movilizarnos sobre nuestro patrimonio, dejando siempre que lo haga otro y, en el caso de que alguien realice lo mínimo, sólo intervenimos para criticar.
Igualmente se debería promover la educación en patrimonio en todas las capas sociales de la ciudad, pues es uno de los primeros pasos para la protección y salvaguarda de nuestra identidad cultural. Aquello que no se conoce y no se valora, acaba siendo objetivo de abandono y destrucción. En el caso contrario, lo que se ama y respeta será cuidado y transmitido a las generaciones venideras.
Realizamos una política de captación de turistas, vendiéndonos en las mejores ferias, ampliando el número de hoteles y restaurantes. Sin embargo, cuando el turista llega a la ciudad, ¿qué se encuentra? Úbeda es una ciudad de fachada, poco se puede ver al interior porque está cerrado o es privado. Debemos reflexionar, junto con la captación de turistas, qué es lo que debemos ofrecerles para que su estancia en la ciudad sea lo más provechosa y vuelvan.
El movimiento se demuestra andando, y ya es hora de que los ubetenses se muevan por lo suyo y no confíen en las vanas promesas electorales.

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